Definir la educación emocional no es una tarea fácil. Se trata de un concepto complejo y en continua y permanente evolución dentro del desarrollo de la personalidad integral de cada persona. En un marco amplio, podríamos resumirlo como una herramienta indispensable y complementaria para potenciar el desarrollo cognitivo. La educación de nuestras emociones nos permiten afrontar las situaciones desde una mejor perspectiva, aumentando así nuestro bienestar personal y social.
En estos tiempos tan difíciles que estamos atravesando, la educación emocional se ha hecho más necesaria que nunca. De hecho, en Grupo Musarte estamos haciendo especial hincapié en esta cuestión, pues no solo es un valor añadido en todos nuestros programas implantados, sino que es un enfoque vital para maximizar las tendencias constructivas y minimizar las destructivas en todo tipo de edades, pero especialmente en los niños y jóvenes.
A lo largo de la vida se pueden producir conflictos y situaciones que afecten a nuestro estado emocional y que requieran una atención psicopedagógica. La educación emocional juega un importante papel en el desarrollo de los niños hacia su vida adulta para que sean capaces de enfrentarse a las más que inevitables situaciones que la vida nos depara.
Los docentes y la educación emocional
Ya explicamos en este artículo el importante papel del docente en los niños a nivel emocional y social. Proporcionar recursos y estrategias para ser capaces de prevenir problemas emocionales es también una tarea importantísima de profesores y docentes en el ámbito educativo. Ellos tienen en su mano la posibilidad de construir la inteligencia emocional de los niños y enseñarles su aplicación en las situaciones de la vida.
No solo se trata de aprender a afrontar situaciones difíciles, sino que la educación emocional nos enseña a obrar con responsabilidad y autonomía y a convivir y trabajar en proyectos comunes. Saber gestionar los conflictos debería formar parte también de nuestro modelo de enseñanza, que siempre ha estado más dirigido al desarrollo cognitivo de los alumnos.
Sin embargo, la educación es un proceso lleno de factores emocionales a los que hay que prestar especial atención, pues las emociones influyen -¡y mucho!- en el proceso educativo.
Cambios de rol
¡Y algo está cambiando! Lo vemos y lo percibimos. El profesorado no solo está centrado en la transmisión de conocimiento, el tipo de sociedad en la que vivimos y las nuevas tecnologías han facilitado que las personas podamos adquirir conocimientos por cientos de canales.
¿Y esto delega la figura del docente? ¡Por supuesto que no! Los profesionales de la educación se convierten en un engranaje esencial del proceso. Parte del abandono de metas, el fracaso, el estrés o las dificultades de aprendizaje se producen por la falta de apoyo emocional y la incapacidad de adaptar nuestras emociones a lo que estamos viviendo. Por eso creemos firmemente que potenciar la inteligencia emocional no cierra puertas, las abre de par en par.
Estamos muy orgullosos de poder estar formando a profesores en este ámbito que nos permite cuidar a nuestros alumnos no solo desde el plano cognitivo y emocional para su futuro, sino para que vivan el momento presente motivados y llenos de energías positivas en torno a su aprendizaje. Y a mejores emociones positivas, mejores resultados cognitivos.